Cuando la nostalgia se funde con el acero, el reloj deja de ser un instrumento para convertirse en un testigo del tiempo que vivimos… y del que nunca quisimos abandonar
Hay relojes que marcan la hora, y otros que marcan generaciones. Con el nuevo Tissot PRX Grendizer Edición Especial 50.º Aniversario (ref. T137.407.33.051.01), la marca suiza no sólo rescata una silueta icónica nacida en los años setenta, sino que despierta un recuerdo colectivo: aquellos héroes en televisores de tubo, los puños que atravesaban el espacio y un anime que encendió la imaginación infantil. Este modelo, limitado a 1.975 piezas, no es simplemente un PRX con una esfera distinta; es una reinterpretación oscura y retrofuturista de un mito, envuelta por un revestimiento integral en PVD negro que le otorga presencia, dramatismo y una mística casi cinematográfica.
El regreso de un icono: PRX y Grendizer, una alianza improbable
El PRX es un símbolo del diseño integrado de los años 70: caja tonneau, brazalete de eslabón único, geometría limpia y cepillados amplios. Tissot lo resucitó en 2021 con éxito rotundo, dotándolo de modernidad sin renunciar a su esencia. Pero lo que comenzó como un ejercicio de recuperación histórica ha evolucionado hasta convertirse en un lienzo para colaboraciones culturales. En 2024, la primera edición PRX Grendizer sorprendió con su esfera azul y un busto luminiscente; en 2025, Tissot adopta un enfoque más maduro, oscuro y dramático.
Esta nueva edición abandona cualquier atisbo juguetón para abrazar un aura más cinematográfica. El reloj ya no rinde homenaje a una caricatura infantil, sino al eco de un héroe tatuado en la memoria de quienes crecieron con él. Y esa emoción se traduce en acero tratado, en sombras, en contrastes.
Caja y presencia: PVD negro como armadura
La caja de 40 mm mantiene las proporciones clásicas del PRX, con apenas 10,9 mm de grosor que le confieren una sorprendente comodidad bajo el puño. Sin embargo, lo que transforma su personalidad es el revestimiento PVD negro integral: profundo, uniforme, sin brillos metálicos ni reflejos cromados. No es un negro brillante, sino un negro táctico, casi militar, que absorbe la luz y refuerza el carácter del reloj. No hay concesión al adorno gratuito.
El cristal de zafiro plano, integrado sin bisel prominente, sigue la tradición del diseño original y ofrece una visión nítida de la esfera. La hermeticidad de 100 metros —digna de un reloj concebido para el uso diario— mantiene el espíritu funcional del PRX: es un reloj emocional, sí, pero no delicado.
En el interior del bisel se oculta un grabado especial dedicado al universo Grendizer, un detalle reservado para quien se acerque lo suficiente, como una contraseña visual entre iniciados.
La esfera: un escenario en relieve para un mito
Es aquí donde el reloj revela su narrativa. La esfera no repite el juego del degradado de la versión azul de 2024: ahora es un entorno tridimensional, esculpido, casi teatral. El busto de Grendizer emerge en relieve, con el puño adelantado como si quisiera romper el cristal. Las capas texturizadas aportan sombras, profundidad y dramatismo visual; en reposo, casi se confunde en la penumbra del PVD, pero bajo la luz revela cada arista del grabado.
De noche, todo se transforma. La Super-LumiNova ofrece un espectáculo controlado: los contornos de la figura se iluminan en tono amarillento, y los ojos —pintados de amarillo incluso a la luz del día— arden como una amenaza atemporal, un toque que inspira más respeto que nostalgia.
El segundero es otro guiño magistral: adopta la forma del Double Harken, el arma emblemática del robot. Dorado, afilado, rompe la frialdad monocroma del conjunto con un destello hipnótico. Los índices aplicados y las agujas tipo bastón, también con tratamiento luminiscente, mantienen la legibilidad sin interferir con la figura central. Tissot ha sabido contener el diseño y no caer en la sobrecarga.
Brazalete y ergonomía: el equilibrio del PRX
El brazalete integrado, con su estructura de eslabón único y silueta cónica, es uno de los mayores aciertos del PRX. Aquí, el tratamiento PVD negro se extiende sin interrupción, proporcionando una continuidad visual impecable. El cierre desplegable de triple hoja mantiene la seguridad y ofrece una ejecución sólida, sin ruidos ni tolerancias indeseadas.
Un detalle práctico: cuenta con sistema de liberación rápida. Aunque este modelo no se concibe para experimentar con correas, Tissot comprende que algunos coleccionistas querrán alternarlo con caucho o incluso cuero para suavizar su carácter.
Movimiento: Powermatic 80, fiabilidad encegada
En el interior, la máquina no es secreta: el Powermatic 80, con sus 80 horas de reserva de marcha, late a 21.600 alternancias por hora. La espiral Nivachron, antimagnética y resistente a variaciones térmicas, confirma que este no es sólo un reloj temático, sino una pieza seriamente preparada para el día a día.
El fondo, de cristal mineral, revela un rotor grabado con una segunda aparición de Grendizer. Esta vez, no desafía, sino que vigila, como un centinela giratorio. Cada ejemplar está numerado con la inscripción «Edición Limitada 1 de 1975», grabada en el borde de acero.
Packaging: el ritual del coleccionista
Y llegamos a uno de los apartados más singulares: el estuche. El reloj se entrega en una cápsula inspirada en el UFO Spazer, envuelta a su vez en una caja exterior dorada y negra. No es una caja de presentación convencional, sino un objeto por sí mismo. En su interior, láminas creadas y firmadas por Go Nagai completan el viaje mental a 1975. No es un accesorio; es parte de la experiencia.
Valoración final: ¿fan service o pieza de colección?
El Tissot PRX Grendizer 50.º Aniversario en PVD negro (T137.407.33.051.01) no es un reloj para cualquiera. No busca la neutralidad, ni pretende agradar universalmente. Es una declaración cultural: una fusión entre ingeniería suiza y mito japonés. Y lo hace con una seriedad inesperada, sin caer en infantilismos.
Quien no reconozca a Grendizer verá un PRX oscuro, poderoso, casi brutalista. Quien sí lo reconozca, verá un símbolo de identidad que late entre la muñeca y la memoria. Esa es su verdadera virtud: funciona con o sin la nostalgia.
Por 1.095 euros, no es un capricho; es una pieza de colección legítima. Un puente entre generaciones. Un reloj que no sólo mide el tiempo: lo convoca.
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